sábado, 19 de junio de 2010

Mil quilates.



Aquella extraña situación , ellos dos, ocultos en sus propios antifaces, jugaban a desnudarse y a dejar caer la piel a la intimidad de los dos.
Cuerpo con cuerpo, la piel se rozaba suavemente, ella dejo que abrazara a su incomodez de principiante y pudo saborear en cada beso aquella olvidada situación que a ella tanto la incomodaba, se dio cuenta al erizarse la piel que hacia tanto tiempo que nadie derribaba sus muros para acariciarle los sentimientos.
Lo acarició cuanto pudo, recorrió su cuerpo con las delicadas partes del suyo. El consiguió hacer desaparecer sus miedos, agobios..Y aquello llegó a su punto de ebullición.
Acercó intenso gemido al oído de aquel tipo y sintió el temblor de su mano que le rodeo la cintura, sus dedos se grabaron en su espalda y el silencio confesó todo los secretos de ambos.
Pudo trazar con sus dedos el mapa de su cuerpo, el recorrido de aquel revolucionario placer.
Fue tan intenso aquel momento que el silencio acabo por desaparecer porque ya no tenía más secretos que revelar.
Entre latidos sin pausa, respiraciones agitadas dio paso ha aquel éxtasis hasta que el Lorenzo atravesó las ventanas de las habitación de la 103.

sábado, 12 de junio de 2010

Éxtasis múltiple

Eran las doce de la noche, ella estaba sentada en su sofá comiéndose un helado de avellana ya que el calor se manifestaba en aquella época de junio.
En ese momento sonó su movil. En la pantalla apareció, parpadeante el nombre de él y un hormigueo asaltó su estómago.

¿Sí?

Hola, soy yo; perdona que te llame tan tarde.
No pasa nada; estoy terminando de cenar.
¿Y qué vas a hacer ahora?
¿Pues irme a la cama. porqué?
Quiero proponerte algo. Estoy en mi casa, en mi cama, túmbate en la tuya y apaga las luces.
¿Qué llevas puesto?
El pijama
Desnúdate.
Yo lo estoy.
¿Ya?
Sí.
¿Del todo?
Completamente.
Ahora coge el móvil con una mano, deja la otra libre y no hables; sólo escucha y haz lo que yo te diga.
No dijo ni una palabra, se dejó llevar haciendo exactamente lo que él le pedía. Cada vez se fué relajando más hasta llegar a un punto en el que parecía estar flotando, escuchando la voz al otro lado del móvil que seguía pidiéndole acciones y contándole las que él hacía. Parecía imposible que una voz pudiera provocar tanto y una sola mano proporcionar tanto placer. Siguió disfrutando con su voz, mientras le daba las instrucciones que le marcaban el camino para llegar al final.
Colgó sin despedirse y apagó el teléfono.
Tumbada, inmóvil, así permaneció hasta que se quedó dormida.
Por la mañana un sms de él parpadeaba en la pantalla del móvil: "Volvemos a hablar así cuando tú quieras. Besos".