Saco el billete de mi bolsillo izquierdo, ya que va llegando la hora de coger el bus hacia las tierras leonesas, cargada con varias maletas, unas llenas hasta los topes de ropa y otras con varios regalillos para la familia, que hace tiempo que no veo sus faces.
No me quito de mi cabeza, aquellos remordimientos de cabeza de este último mes, a lo mejor con unos días de descanso con la familia y varias salidas nocturnas pueden hacer que me olvide de todo los ajetreos que han rondado en los anteriores cuarenta días. Han cambiado varias cosas por estas tierras, sé que con el frío de aquellas tierras se olvida o por lo menos, pasas menos tiempo comiéndote la jodida cabeza por unos días, y hace que desconectes.
Ah mama! ya está aquí el bus, dejé la maleta en el compartimento que me mandó el conductor y despedí de ella por unos días.
- Buenas tardes-noches.
· Buenas buenas.
- El asiento treinta y siete es el que te corresponde en este viaje.
· Perfecto, gracias.
Pasé entre la multitud de personas que estaban en aquel bus, bueno me supongo que estuvieran allí para volver a casa por navidad, y esas cosas que hacemos todos por estas fechas.
Tras unas tres horas de viaje, llegó por fin a mi tierra donde me esperan mis familiares. Como siempre preguntando lo mítico que tal el viaje y los que se quedaron por el norte.
Por fin llegamos a casa, ¡uff! esto otra clase de vida al calorcito de la chimenea de la abuela comentamos las novedades de este último año, digamos que el balance que hacemos por estas fechas, en familia.
Hubo unos cinco minutos que desconecté de la conversación, e imaginaba que unas navidades sin estar en el pueblo con la familia no sería lo mismo, que ha esto nunca se le puede fallar que es el lugar en el que me he sentido cómoda, en el que podía olvidarme de todos los agobios de exámenes y algún que otro chaval !Joder!
Como en casa en ningún sitio, como con la familia como con nadie.