Tengo las cosas demasiado claras a estas alturas, si, en mi década y ocho años que tengo , en los que he podido disfrutar de muchas de las cosas que siempre me han gustado hacer y de otras muchas en las que no me hubiera gustado participar, y no comerme las vidas de otras personas como si fuera una “María Bros” rescatando princesos que siempre acabarían siendo pájaros nocturnos, picando en nidos desconocidos.
Pero aún así no me puedo arrepentir; si invertí todos mis ahorros en su juego fue culpa mía, por creer monólogos que serían poco obvios, pero es lo que tiene el querer a alguien. Que puede que con el tiempo la que acabe ganando aquella partida de noches con números impares llenas de sexo, y las mañanas pares con desayunos de manos, sea yo.
Sea lo que sea he tenido que oír guiños, ver erecciones, callar besos, llorar sonrisas, reír con lagrimas, contar cuentos, guardar suspiros, suspirar en orgasmos, caminar debajo de tus pantalones, leer tus ojos, escribir con tus labios, sentir excitaciones más IVA, lamer helados compartidos, provocar miles de sensaciones.